sábado, diciembre 02, 2006

Un cuento de un amigo mio


Aquí os dejo el cuento de un amigo mio, Santiago James Navarrina Potter.

Venganza

Otra vez lunes...

Miro a la derecha y veo esa maldita cosa que me despierta todos los días a las siete y media, hoy con la canción 'Exterminate' de Napalm Death. Es una canción apropiada para el día que hay por delante; hoy voy a hacer lo que muchos alumnos de 16 años dicen que quieren hacer, ya veré hoy en sus caras si es verdad, pues dicen mucho sin saber de qué hablan.

Bueno, tengo todo lo necesario para el instituto; las cuerdas, la porra, la navaja y el revólver de mi hermano. Lo necesario para hacer pagar a unos profesores que creían que no iba a hacer nada respecto a sus palizas y amenazas de muerte.

Hmm, son las ocho y diez, debería irme, pues mi cómplice me espera.

-Son las ocho y veinticinco y Jose todavía no ha llegado. ¿Dónde estará metido?¿Habrá cambiado de idea?¡Dijo que me esperaría en la entrada a las ocho y cuarto!¿Dónde...?

-Ya estoy aquí, David. ¿Por qué sudas tanto?¡Relájate, tío!

-¡Creía que no ibas a venir!¿Vamos a seguir con tu “plan”?

-Sí, y si todo sale bien no vamos a volver a ver a los profesores ni tendremos que ovlver al orfanato.

-Tío, ¿me vas a decir cómo vamos a escapar o...?

-Eso te lo diré después; tú concéntrate en el momento y ya está. Venga, subamos a clase.

Entra el profesor Manuel y cierra la puerta con un portazo.

-Sentáos ya, imbéciles, que voy a pasar lista. ¿Débora?

-Presente

-¿Roberto?

-Aquí

-¿Jose?

-Servidor

Y en ese momento saqué la pistola y le apunté a la cara. Durante unos diez segundos hubo un silencio espectral que acabó con un estallido de gritos que duró poco, pues la gente tiende a obedecer a alguien que le apunta con una pistola.

-¡Sentáos todos y calláos!David, busca al director y haz que venga a la clase.

Dicho esto, me encaminé hacia el profesor, que estaba rígido como una piedra, mientras le apuntaba con la pistola y cogí las cuerdas para atarlo. Una vez sujeto, me di cuenta que se había meado encima. Esto causó un júbilo en mi corazón, una alegría que no había sentido en mucho tiempo. Entonces decidí hacerlo sufrir de verdad.

-¿Tienes miedo, Manuel?¿Te arrepientes de haberme hecho daño?¿Quieres irte?Deja que te abra la puerta, hombre.

Fui a abrir la puerta y al volver saqué la navaja del bolsillo. Entonces le rajé los tendones que van del pectoral al brazo y los tendones de Aquiles. Cuando acabaron los lloriqueos del profesor y de la clase, le desaté las cuerdas y lo levanté.

-Venga, vete. Eres libre.

Nada más soltarlo cayó de bruces en el suelo. No podía levantarse por los cortes, así que intentó arrastrarse hasta la salida. Cuando llegó a la puerta, le cogí de un pie y le clavé la navaja en la espalda y creo que en la zona del diafragma. Entonces lo arrastré haciauna esquina de la clase, dejando tras él un rastro de sangre. Le miré a la cara, y por alguna razón estaba pálido...

-¡¿Qué está pasando...?!

Habían llegado David y el director, sabía que no me fallaría, y cogí de nuevo la pistola.

-Buenos días, señor director. Por favor, tome asiento.

Sentó su grueso cuerpo en la ensangrentada silla de profesor y lo até varias veces.

-Jose, ¿qué has hecho?¡Te has vuelto loco!¡Has matado a un profesor!

-No está muerto, está moribundo; hay una diferencia. Y ¿qué estoy haciendo? En mi opinión: justicia, por todas las veces que me has puesto un cuchillo al cuello.

Entonces le hinqué la navaja en el estómago y haciendo un corte circular, más o menos, le arranqué un gran trozo de carne y levantándolo en alto dije:

-Bueno, ¡es una forma rápida de perder kilos!

Los sollozos de la clase aumentaron y mientras disfrutaba mirando sus caras de horror y miedo, me di cuenta de que una chica estaba hablando por el móvil. Disparé contra ella y acerté en su brazo, haciéndole soltar el móvil.

-¡Mierda! David, tenemos que irnos, pero primero voy a matar a cierta persona a palos. Pásame la porra, que...

De repente recibí un potente impacto en el cráneo y todo se volvía negro lentamente mientras David decía: “Lo siento, Jose, pero lo que estamos haciendo no es justicia...”

Cuando me desperté, dos policías me arrastraban hacia un coche, me metieron en él y dijeron al conductor que arrancase.

-¿Qué tal te ha ido? - preguntó el conductor

-No del todo bien, hermano. Mi compañero me ha traicionado y me siento algo triste, porque voy a matarlo.

-Ya volveremos para encargarnos de él, pero ahora tenemos que deshacernos del cuerpo del poli que he metido en el maletero y largarnos de aquí.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me parece una historia muy original e impactante.Sin duda podria ser el comienzo de una larga y brillante carrera como escritor.